
Salimos más o menos temprano del B&B, con nuestras mochilas listas desde el día anterior. No encontramos a nadie, así que no pudimos avisar de la toalla, Susana dejó una nota, y salimos hacia Porta Nuova. Habíamos quedado con Ayi, Adriana, la tía de María Adelaida nuestra anfitriona en Metz, que vive en Coccaglio, un pequeño pueblito entre Brescia y Bérgamo de vernos a las 10 en la estación de Brescia. Y así fue. Nos encontramos con ella, y su esposo Michele, dejamos el equipaje en el carro, y fuimos a caminar por Brescia. Estaba lloviznando, y haciendo algo de frio. Yo estaba estrenando una de las blusas que había comprado en Verona. Fuimos a la plaza principal, y claro lo más grande y llamativo, como en todas las ciudades italianas, y bueno, en general occidentales, pero dejémoslo en Italia, es el Duomo, o la catedral. Entramos a la vieja catedral, más pequeña, y luego entramos a la grande. Era domingo, y estaban en misa.

Era obviamente en italiano la misa, pero solo de pensar en todas las cosas buenas que nos venían pasando en el viaje, en todas las personas que nos venían acogiendo, y en la etapa que estábamos encerrando para empezar una muy distinta, les pregunté a Ayi y a Susana si no podíamos quedarnos para la misa. Quería ese domingo hacerle una acción de gracias a Dios por todo lo que estábamos viviendo, fue como un deseo muy fuerte. Y sí, nos quedamos. Y a pesar de no entender mucho, salí muy contenta de haber estado en la misa. Luego conocimos otros sitios de Brescia, un museo de historia del lugar, el antiguo anfiteatro y otros restos romanos, un monasterio raro. Todo muy interesante, y con la buena compañía de Ayi.
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| Via Coccaglio |
Nos volvimos a encontrar con Michele, que andaba donde su familia, y almorzamos en una especie de fast food de pasta, el McDonalds versión italiana. Del almuerzo fuimos a un castillo en la parte alta de la ciudad, dimos una vuelta, vimos Brescia desde arriba, conversamos y volvimos a bajar, encontramos una exposición de trencitos eléctricos que se abría los domingos, y nos embobamos un rato viendo los más distintos trenes dar vueltas y vueltas y vueltas. Se parecían a todos los tipos de trenes que ya habíamos abordado durante nuestra estadía. Era fascinante. De allí íbamos bajando distraídas por escalas hacia el centro nuevamente cuando nos sorprende una vista no muy bella, y como les digo…. una “cola” humana desnuda… media vuelta y preferimos buscar otra vía antes de saber a quién pertenecía.
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| Vittorio Emanuelle II |
Aquí, el gelatto reglamentario, y nos sentamos a ver la gente pasar, ya que en el domingo veraniego, durante la mañana había estado bastante vacía en la ciudad, y ahora la gente salía a dar una vueltecita, a pie, en bicicleta, en fin. Ayi se encontró una amiga de su curso de italiano, y Susana y yo nos quedamos observando el mundo. Luego llegó de nuevo Michele y entramos a Benetton a ver los buenos descuentos que persistían, y aunque nos volvimos a tentar, esta vez fue Ayi la que sucumbió a las rebajas. Aunque definitivamente si no fuera que los milímetros de las maletas estaban contaditos, también hubiéramos aprovechado.
Fuimos a Coccaglio, a la casa de Ayi, que estaba muy apenada de recibirnos en dos catrecitos en la sala, y fue cuando le dije que no se preocupara, que primero a estas alturas ya estábamos acostumbradas a no estar acostumbradas a ninguna cama, y que segundo pronto no tendríamos ni camas aseguradas. Así que todo estaba más que bien, y de hecho estaba. Tuvimos una excelente cena marinera preparada entre Ayi y Michele y dormimos como reinas.
Al otro día nada más y nada menos que Milán. Volvíamos al caos de Milano Centrale que nos recibió algunos días atrás, pero ahora de visita. Ayi nos acompañó muy querida. Tomamos metro y la primera parada fue Il Duomo di Milano!!! Aún era mañana tempranito, e iba hacer un bonito día, salimos de la estación de metro y entre palomas, allí estaba una de esas cosas que dejan estupefactos. Yo tenía menos, para no decir que ningún registro de Milán por fotos, porque nunca me había interesado especialmente por ella, entonces digamos que todo era una grande novedad. Pero es realmente hermoso. Construcción imponente como si fuera en filigrana blanquita, como si fuera una miniatura pero aumentada x1000 sin perder los detalles.


Este día tenía yo gadejo, o molestadera, o hermanitis. Así que me divertí bastante a cuestas de Susana, suele pasar, nada raro, la pobre sufre un poquito, pero al final nos divertimos las dos. Entramos al Duomo, pero no subimos a la terraza, porque era un absurdo de caro. Yo había vuelto a las chanclitas a ver si mejoraba el dedo, que me seguía atormentando. Después de la visita al Duomo pasamos a la galería Vittorio Emanuelle II, otra cosa de dejar la boca abierta, primero porque es hermosa, una intersección de calles cubiertas de vidrio, que albergan las 4 esquinas de más glamour del mundo tal vez, una ocupada por Luis Vuitton, otra por Prada, y así. En el piso un mosaico hermoso, arriba obras de arte en cada esquina. Milán by itself. Al cruzar la galería llegábamos a nada más y nada menos que La Scala, que faltará ver una obra ahí, pues parece que es divina por dentro, y como solo se puede entrar para los espectáculos, nos contentamos con ver la fachada y ver el tranvía estilo antigüito pasar al frente. Luego vuelta al Duomo por la calle donde las ropas son más caras en el mundo, ni les digo, estilo 1000 euros una ropa interior. Algo que no es ni para ustedes ni para nosotros, así de simple. De ahí llegamos a las cadenas normales, tipo Zara, Benetton y Pimkie, pero que en Milán en vez de tiendas tienen pequeños palacios. Vimos algunas tiendas, y algunas escenas pintorescas, como un perro dentro de una tienda que nos costó un regaño por tomarle una foto. Y por ahí almorzamos.

Después de almuerzo fuimos camino al Castello Sforzesco, por una callecita muy simpática de cafés, que estaba decorada con las banderas de ciertos países. Paramos en Colombia e hicimos algunas fotografías. A la entrada del Castello una escultura ecuestre de nuestro viejo conocido Giuseppe Garibaldi, un héroe Italiano porque luchó por la unificación de Italia, y luego viajó al sur de Brasil y luchó por la independencia de la provincia de San Pedro, y no ganó pero siguió siendo héroe y se enamoró de Anita. El Castello es bonito, pero como decía Susana que todo nos tocaba con andamios, éste estaba en parte cubierto por andamios. Pero no dejaba de ser un lugar bonito. Más allá del castillo, un parque hermoso, y grande, donde nos tiramos un rato en la manga, e hicimos amistad con una “bambina bravissima” de origen indio. Al otro lado del parque un pequeño arco de triunfo, rastro del paso de Napoleón. Luego de ese pequeño stop, retomamos la caminada ya de regreso al Duomo. Pero quisimos pasar primero por una escultura que habíamos visto en postales, de una aguja gigante con un hilo de colores, que era cerca de ahí. Y quebrando un par de reglas para peatones fuimos hasta el centro de la rotonda donde quedaba parte de la escultura.

Y ya de ahí, emprendimos lento regreso hacia el Duomo, para volver a tomar el tren para Coccaglio