
El día siguiente adivinen qué: de nuevo alistar maletas, íbamos en tren con Ayi a Bérgamo y más tarde Michele nos encontraría con las maletas en el carro para tomar el tren a las 3 de la tarde hacia Milano Centrale, y de ahí a Florencia en el FrecciaRossa, una de las calidades de tren rápido de Italia.
En Bérgamo tomamos un bus para ir a Bérgamo parte alta, donde está todo lo más turístico, la ciudad vieja. Primero un reloj de sol bastante completo. Luego seguimos caminando por ahí y entramos a la ciudad en sí. Visitamos el duomo, por supuesto, que tiene una historia rara de señores que tumbaron la fachada más de una vez, transformándolo en fin en un pegote raro de arquitectura. Al frente del duomo un edificio que tapa la iglesia, algo no muy común, y que tiene otro reloj de sol, gracias a que en una cierta posición del sol, permitía el paso de un rayito a una escala de marcaciones.
Quisimos también ir a una torre, pero los lunes no abrían, asi que seguimos deambulando por Bérgamo, viendo tiendas de zapatos, yo buscaba ahora una sandalia cómoda, para lo que vendría. Algunos días atrás habíamos recibido nuestros lugares de trabajo de Magis (más adelante iré explicando esto) Y Susana y yo estábamos en el mismo sitio, San Sebastián. Con el lugar venían indicaciones y materiales de que llevar, y lo que no teníamos lo teníamos que conseguir sobre la marcha, ya que no partíamos de zero, llevábamos un buen rato en marcha. Una de las indicaciones era zapato cómodo, y yo veía que no estaba logrando mi objetivo de sanar la uña, así que la solución era conseguirme una sandalia cómoda y ojalá no muy cara. No fue en Bérgamo. Susana también había comenzado a recibir la correspondencia de su próximo curso que empezaría poco más de un mes después, ahi en Italia, así que el futuro poco a poco invadía nuestro presente nómade y despreocupado.

Almorzamos pizza, en un sistema interesante: hay un sinfín de sabores en el mostrador, pides una con una bebida, y te la calientan en el momento. Rico. De ahí caminamos hacia Bérgamo bajo de nuevo. Buscábamos una bolsa donde cupiera la cámara y una mochila porque en los aviones low coast, como el que tendríamos que tomar en Bologna de allí a 4 días, solo se puede llevar un volumen de mano. Conseguimos algo por estilo en un supermercado. Y ya nos pusimos a esperar a Michele con nuestras maletitas. Todo bien, una despedida más, un andén en Bergamo, y un tren regional hasta Milano Centrale, nuestra estación preferida.
En Milán, espera de una hora, que era preferible que arriesgar, el señor en Brescia donde hicimos la reserva, al contrario del alemán, aun viendo que en horario hubiéramos podido salir una hora más tarde de Bérgamo, recomendó tener paciencia y esperar esa hora en Milán con la certeza de no perder el tren. Y bueno, una hora más o una hora menos para nosotras, chicas habituadas a estas alturas a esperar y entretenernos con los ires y venires de la gente, no era nada grave, además conseguimos sillas para sentarnos. Al final, cerca de las 5 de la tarde estábamos a bordo del FrecciaRossa rumbo a Salerno, a todo el sur de Italia, con parada hacia las nueve de la noche en Firenze Santa Maria Novella, la estación de Florencia.

Llegamos, y ya estaba comenzando a anochecer. Sabíamos que bus teníamos que tomar, gracias a las indicaciones precisas en la página web del hostal donde nos íbamos a quedar: Ostello Santa Monaca. Se demoró un poquito, pero al fin llegó y estaba bastante lleno, de mochileros como nosotros. Susana y yo nos separamos en el bus, y total, nos bajamos una parada después. Pero sin problemas llegamos al hostal. En el bus iban dos brasileños hablando de los lugares a donde habían ido y tal, uno de ellos, iba también para nuestro hostal. Nos encontramos en la recepción. Todo bien, llegamos a nuestro cuarto, el más alto de la torre, después de subir todas las escalas del hostal, un cuarto para 8 chicas con baño incluido. Eso era bastante bueno. Cuando llegamos allá estábamos organizando nuestras cosas, y había otra niña en el cuarto. De alguna forma, nos dimos cuenta que era brasileña, y Susana y yo estábamos conversando bajito, cuando por las tantas la chica pregunta:- ¿De donde son? -Pues somos colombo-brasileñas - ¿Y qué hablaban? –Portugués –ah, porque pensé que estaban hablando un dialecto. Bueno, de cierta forma si, dialecto hermanistico. Resultó que la chica se llamaba Rebeca, 20 años, y viajaba sola, así que fuimos a comer con ella, y luego a darle una vuelta a pie por Florencia nocturna. Y compartimos con Rebeca un poco de nuestro viaje y ella un poco del suyo, en especial su último episodio de amor con un chico veneciano del cual seguía enamoradísima. Habíamos salido sin la camara, así que Susana con la de Rebeca tomó algunas fotos, pero sobretodo nos divertimos. Al dia siguiente ella iba a Bologna encontrar al tinieblo que se venía de Venecia a verla, entonces quedamos de vernos al otro día, y así, volvimos al hostal a dormir. El cuarto poco a poco se fue llenando con otras chicas, dos mexicanas, una francesa… y asi.
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