| Los secretos de venecia |
El día siguiente, un viernes, nos pusimos nuestro mejor traje viajero: un vestidito, y sandalias, y Susana con su sombrero, claro. Porque nos íbamos a Venecia!!! Y Venecia se merecía una súper buena pinta, además había que aprovechar que estábamos al sur de los pirineos, y finalmente volvíamos al calorcito digno del pleno verano.
Antes del relato, Venecia es uno de esos lugares afortunados por la historia, está en un lugar lindo, y las obras humanas lo han dejado más lindo aún, es como una ciudad hecha con fligrana, poco a poco, artesanalmente donde la arquitectura árabe se mezcla con la romana en perfecta fusión y se hacen verdaderas joyas. No hay como no admirarse a cada paso. De pensar en todo lo que ha pasado por ahi... es alucinante. Lo más difil de todo, es trillar las fotos para poner aqui. Porque venecia, como esos selectos lugares, es un lugar fotogenico.
Fuimos a Verona Puorta Nuova, tempranito para aprovechar bastante el día. El tren entre Verona y Venecia se demora un poco más de una hora. De ida fuimos haciendo nuestros balances, que cada vez los postergábamos más. Hacía un día muy bonito, cruzando la región de Véneto. La llegada a Venecia es hermosa, van apareciendo lagos entre las ciudades, hasta que llegas al mar! Y el tren sigue por una carrilera entre agua, hasta la estación de Venecia, que queda al frente de la “avenida”, el gran canal. Salimos con toda la emoción del caso. Se imaginan? Al frente de la estación hay una placita, y luego el canal, a un lado de esa placita había un kiosco de información turística, hicimos la fila, queríamos comprar el pase de 12 horas de vaporetto, el busecito veneciano, que por supuesto, es un barco. Pero de estar en la fila y captar conversaciones y luego leer carteles nos enteramos que ese dia, justo ESE dia, los vaporetti se unian a la huelga de transportes de Italia! La misma que nos había recibido en Milán.
Caminar de hecho no era mala idea, porque aun con Vaporettos la forma de conocer Venecia es irremediablemente caminando, el problema es que aun las largas distancias las teníamos que hacer a pie, y que había que buscar los lugares de cruces de los canales, que no son una cantidad, el gran canal tiene unos 3 puentes apenas. Y obviamente quedaban excluidos paseos a las islas Burano y Murano, a las cuales no hay puentes, y finalmente exigía una buena planificación de ruta, porque para visitar dos cosas que estaban una al frente de la otra tocaba darle toda la vuelta a la ciudad.
Así que organizamos el paseo: Puente Rialto, Plaza San Marcos, pasar al otro lado del canal, y emprender el regreso, porque a esas alturas íbamos a andar en el lado opuesto de la estación, y el último tren salía a las 7 de la tarde.
Fuimos caminando, cuando nos dimos cuenta que por ponernos bonitas, se nos había olvidado que a las iglesias no dejan entrar si uno está con los hombros destapados, o con chores, lo que es digamos, entendible, gracias a las pintas que la gente puede llegar a ponerse, aunque no sé que tan grave vaya a ser entrar a ver una iglesia así. Además de que la norma permite ciertos absurdos, porque una mujer con minifalda entra sin problemas, mientras que otra que tenga una bermuda, mucho más decente, tendrá dificultades. O una que tenga una blusa que tape los hombros pero con un escote enorme, entra más fácil que la que tiene una delicada blusa de tiritas. Pero en fin, nuestro punto era que cuanto más nos acercáramos a San Marcos más caros iban a ser los chalcitos, porque la necesidad tiene cara de perro, entonces más valía comprarlos ahí lejos. Y los compramos. A 5 euros, después de haberlos visto a 7.
Pasamos por el mercado de Venecia, y de ahí al puente Rialto no es nada, y decidimos buscar para almorzar. Le teníamos miedo a los valores de todo en Venecia, pero al fin nos encontramos un pequeño restaurantico donde había una pasta decente. Compartíamos mesa con los pajaritos, literalemnte, pero estuvo todo muy bien. Al lado se nos sentaron dos encachacados discutiendo quien sabe qué negocios.
Luego del almuerzo pasamos el Rialto, tuquio de gente, viendo las tiendecitas, sobretodo de máscaras del carnaval, vidrio murano, y suvenires chinos. El próximo destino era La plaza de San Marcos. En cuanto a los suvenires, en la segunda ciudad empiezan a ser tan repetitivos que ya no provoca comprar nada, y otro buen antídoto para el consumo, era tener el equipaje justo. Todo lo que se comprara antes de costar, pues ocupaba espacio y se carga en la propia espalda. Asi que a mirar con los ojitos. Llegamos a San Marcos después de observar algunos caminos más, y buscar los puentecillos para atravesar las “calles”.
San Marcos es bonito porque es un espacio grande, y abierto, que no se encuentra a toda hora en Venecia. Y observen la maroma: nos íbamos acercando a la fila de la Catedral, observando inicialmente, para ver si entrabamos, si esperábamos o que hacíamos. Venecia concentra, aun en días de huelga, bastantes turistas, muchos de los cuales quieren ir a la Catedral, así que la fila tenía cierta dimensión. Pero sin calcularlo, y casi sin percibirlo justo cuando estábamos evaluando la situación, unos tipos estaban organizando la fila justo para donde nosotros estábamos paradas, así que terminamos incluidas en la fila, bastante adelante.
Resulta que al entrar a la catedral, regalaban “tapa-rabos” para el propósito aquel de taparse los hombros, o las piernas, así que no hubiera sido necesaria nuestra compra. Pero en cualquier caso, por lo menos los nuestros le salían a la ropa! Una cosa medio triste, es que la entrada es gratis, pero una vez dentro ver cualquier cosa además de la nave central, incluido el altar, cuesta, con lo que decidimos no ver nada más, y salimos a buscar novedades.
Hay que contar que cuando mis papás fueron a Venecia a su paseo de enamorados, les tocó decidir entre un café en plaza San Marcos, o un paseo en góndola. Historia esta, que se cuenta desde que una de nosotras hizo la pregunta: papi, ustedes ya fueron a Venecia? Y desde que uno se pregunta como hace la gente para salir a la calle en venecia. Ellos escogieron el Café, nosotros ahí, decíamos: un café? En este sol desolador? En esta plaza? Obvio el café en ese sitio es la usura, así no sea un muy buen café, aunque no doy fé de qué tal sea. Pero en todo caso, como Susana y yo no estábamos entre tales opciones no teníamos semejante dilema en frente. Lo que si es que nuestra idea de que todo en Venecia es absurdamente caro viene de ahí.
Nosotros decidimos que una buena idea era ir al campanario ver a Venecia desde arriba ya que gracias a la huelga el paseo se limitaba a un territorio bastante menor, así que era bueno vislumbrar todo desde lo alto. Estuvo chévere. Delante de nosotros en la fila iba una parejita súper enamorada, el man muy lindo, ella, no tanto. (De esas cosas que te toca estar detrás de ciertos personajes, por turistas que somos los dos, y hay que tener paciencia en las filas, y de paso uno se detalla de la barra del pantalón al cuadro del cuello de la camisa del de adelante).
En el campanario mil ensayos fotográficos, encuentro con brasileños, lo que nos gusta hacer a Susana y a mi es despistar a la gente, los brasileños por lo general actúan como si nadie alrededor los entendiera, entonces Susana muy hábil le pidió permiso a uno en portugués, y el tipo quedo medio intrigado. De regreso al piso, dimos una vuelta, y volvimos a la plaza por un helado reglamentario que nos teníamos que tomar de postre. Casi no fuimos, y Susana casi me mata.
De ahí dimos una vuelta bastante larga, para llegar al otro lado del Gran Canal, por el segundo puente (el primero es el Rialto, y ya lo habíamos dejado atrás hace un rato). Y llegamos a nuestro siguiente punto, después de hermosas vistas, a las 5 en punto. Era una iglesia. Y nos tomamos un par de fotos, cuando íbamos a entrar, literalmente nos cerraron la puerta en la cara. Las visitas eran hasta las 5. Aprovechamos para una sesión más de fotos, y unas chicas españolas que andaban por ahí nos pidieron el favor de que les tomáramos una a ellas, en mímica, porque uno nunca sabe qué idioma habla el de al lado en estos sitios, y cuando ocurre que es el mismo que yo, es una alegría! Ahí, yo fui tomada por españolísima, después de un “de nada” o algo así.
Después de esto, nos encaminamos a empezar el regreso, teníamos prácticamente dos horas, pero estábamos lejos y bastante cansadas ya. Así que fuimos caminando entre un precioso mar, y la “rambla” (¿?) de Venecia, mientras atardecía. Susana tomo muchísimas fotos, y yo no siempre muy paciente. Descubrimos algunos recovecos y callecitas más, sitios más "residenciales" por asi decirlo, y nos encontramos el imán de mascarita que quería Susana y la cruz de vidrio murano que quería yo. Después de todo esto, compramos algo para comer, y nos sentamos a esperar al frente de la estación, observando niños correr, palomas volar, y conversando.
Tomamos nuestro tren de regreso, y al lado nuestro dos chicos, que hablaban español, por algo que nos preguntaron seguimos la conversación, durante todo el viaje hasta Verona, eran dos jovencitos Mexicanos, que tenían el Eurail pass pero no sabían cómo usarlo, y habían estado 4 horas en Venecia que las habian utilizado comiendo mcdonalds, andando en gondola (¡a 100 euros la hora!), y comprando suvenires chinos, y no sabían muy bien para donde iban a continuación, para Paris, o para Turin, en donde tenian el equipaje! Mientras tanto nos hicieron un repaso exhaustivo de la política mexicana, que al parecer era su tema preferido. Pero bueno, estuvo chevere. De Puorta Nuova fuimos a comer, en el camino entre la estación y nuestro B&B, y ya muertas de cansadas llegamos a dormir, a las buenas camas que tenía el B&B por cierto.
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