
A punta de caminárnoslo, conocimos todo Metz en un dia, al tiempo que nos moríamos del frio, porque fue un dia más bien gris y ventoso. Y la lluviecita que no nos dejaba en paz. Metz tiene una geografía bonita, porque hay dos ríos que se juntan, y dibujan la ciudad, el más importante es La Moselle. En una bifurcación de la Moselle hay una iglesia protestante, que se destaca y deja el paisaje lo más de bonito.
Además hay una zona, el Plan d’eau, que es como un gran campo a la orilla del rio, y sirve para las diversas actividades de la villa. Los edificios más bonitos son la Gare, y los correos, uno al frente del otro. Después
hay los resquicios históricos que no dejan de ser muy interesantes. Visitar el sitio por donde lo alemanes tiraban los franceses al rio, y viceversa.
Por ser verano, por calendario por lo menos, hay muchas florecitas en las ventanas, y todo eso produce una escena bastante especial, en general la ciudad está muy verde.

Almorzamos con un amigo de Maria, gringo, noodles, esas pasticas chinas, pero con carne de canguro supuestamente. Supuestamente porque fue una de las comidas más económicas del viaje, lo que hace con que sea difícil creer en la veracidad de lo del canguro.
Pero enfin. Estuvo rico. Luego nos fuimos al centro Georges Pompidou de Metz, que está inaugurado hace poco tiempo, poco más de un año, y es una especie de extensión del Pompidou parisino. Algo había leído yo en alguna revista en los días previos sobre la gran cantidad de visitantes que tiene el tal centro, que son mucho más de los esperados, dado a que Metz no es una ciudad ni tan grande, ni tan turística, y en parte por esto lo han puesto allí, para desarrollar la cultura ahi.
Su gran atractivo, como el de Paris, es la arquitectura singular. A este es difícil encontrarle el sentido, parece como una escultura antes que un edificio. Parece que el problema viene con la nieve, pues el techo no tiene muy buen diseño para aguantar la nieve, pero de resto es muy novedoso e interesante. La entrada para estudiantes es gratis, entonces nos dedicamos un rato a ver las exposiciones: Chef d’ouvres, obras maestras, muy interesante. Y una precisamente sobre arquitectura moderna en Francia. Por último le dimos un vistazo a una exposición de obras de arte contemporáneo pero para niños, que eran muy divertidas.

Después de eso nos encontramos a Meli y fuimos con ella a Tecnophole por la maleta, y regresamos a Metz para dejarla en la estación de buses. Tomaba un bus a Franfurt donde tomaba el avión. Se despidieron las dos compañeras de cuarto. Y nos fuimos con Maria al cambio de armas, que se daba ese día por ser víspera de la fiesta nacional. Fe medio aburrida, porque hacia frio, y lo único que hacían era condecorar en nombre de “Monsieur le President” a algunos de los que estaban allí. Pobres tipos, tenían que estar tiesos ahí haciendo de cuenta que no les caía lluvia y no tenían frio. Luego nos fuimos a comer una quiche Lorraine, la especialidad de la zona. Mientras esperábamos que fueran las 11 de la noche para ir a ver un espectáculo de aguas danzantes que se hace por en Plan d’eau las vísperas de festivos y fines de semana. Después de la comida todavía subimos un morrito, para conocer lo que nos faltaba, nos persiguieron unos perros muy bravos, y vimos unas tienditas muy simpáticas. Ya era de noche.

Y fuimos a las aguas danzantes, al principio pensábamos que no iba a haber, porque no había nadie, pero al fin si. Y era un espectáculo con música y el agua en la fuente, con luces. Era la historia del dragón Graoully, leyenda de Metz, derrotado por Saint Clement, patrono de la ciudad. Pero hoy en día, mascotilla de Metz. Y el dragoncito simpático aparecía en la pantalla de agua que se formaba, escalando un arcoíris, y sus escenas se intercalaban con otros movimientos del agua.

Terminado esto, bastante cansadas y congeladas, tomamos el bus nocturno, nuestro amigo, para regresar a tecnophole.
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