Cenamos unas ricas tortillas españolas con jamón serrano que nos había dejado preparadas muy querido, Cesar, el esposo de Beatriz, y papá de Gerard. Lavamos algo de ropa sucia, y organizamos el plan de visita a Barcelona. En esas llegó Cesar, y nos siguió ayudando con los planes. Para el siguiente día quedamos de ir a Sants otra vez, a reservar el tren de salida, y luego visitar el Barrio Gótico. Y la recomendación de todos: cuidar mucho mucho las pertenencias en Barcelona, los carteristas son magos para sacar las cosas de las bolsas.
Resuelto lo del pasaje, o medio resuelto, porque necesitábamos reservar hasta Lyon y solo logramos reservar hasta Montpellier, pero enfin, algo es algo. Porfin nos dedicamos a conocer Barcelona. Nos bajamos en la estación Diagonal que queda en una gran via que atraviesa la ciudad, y al salir del subterráneo que sorpresa: en la esquina estaba un inconfundible edificio de Antoni Gaudi, la casa Milá, o la Pedrera. Entramos a conocerla. Y empezamos a encantarnos con este gran arquitecto-artista. La pedrera es un edificio de apartamentos y fue su última construcción civil. De la fachada a la estructura y el techo, y como hace para que la construcción por si sola parezca moverse, es todo genial. Las chimeneas entonces, terminan de ajustar una obra de arte.
Al salir, caminamos por una calle llamada Paseo de Gracia, hacia la ciudad vieja. Paramos por ahí a comernos los bocadillos que nos habíamos preparado por la mañana (bocadillos=sanduches). Con la barriga llena y el corazón contento seguimos bajando la calle, al otro lado unas cuadras más abajo otra gran obra de Gaudí: La casa Batlló, una reforma encargada por el señor Batlló. Y la reforma fue casi una reconstrucción, y definitivamente toda una resignificación del concepto de edificio, diseño y decoración. Es una verdadera joya. La cuadra donde está la casa Batlló se llama cuadra de la discordia, porque además de la joya de Gaudí, hay otras dos hermosas fachadas, símbolos del modernismo. Y toda Barcelona es así, hay modernismo por todas partes. Se nota que a principio de siglo hubo una ola de creatividad y genialidad por allí. Además, algo que no conocíamos y es igualmente interesante, es que cuando se hizo el plan para aumentar Barcelona más allá de la ciudad vieja el arquitecto Ildefonso Cerdá diseñó un plano que se conoce como el ensanche, y son cuadras perfectamente cuadriculadas, con todas las calles perpendiculares, y además sin esquinas, las cuadras son achaflanadas, mejorando la visibilidad, y teniendo la posibilidad de aprovechar más el espacio de la cuadra.
Saliendo de la casa Batlló nos adentramos en la Ciutat Vella o ciudad vieja. Empezando por plaza Catalunya que es lo más céntrico de Barcelona es la plaza que une la ciudad vieja con el ensanche. Es donde todavía están instalados (acampados) “los indignados” movimiento de protesta en las grandes ciudades de España desde las elecciones, en mayo.
Llegando al mar dimos con una escultura grande de colores y pitoresca, que se llama el Cap de Barcelona, o la cara de Barcelona. Y ahí, rendidas de caminar nos vimos haciendo una práctica común de los europeos, acostarnos en una manguita en plena calle. Al rato, más descansadas, emprendimos rumbo a la rambla nuevamente para tomar el metro de regreso. No estábamos del todo cerca, así que caminamos otro tanto.
